2 de junio de 2004

Los ovnis de mi señor general: un golpe para la credibilidad científica

Por Martín Bonfil Olivera
(Publicado en Humanidades,
periódico de la Coordinación de Humanidades de la UNAM,
el 2 de junio de 2004)

A Gerardo Gálvez Correa, un amigo lúcido

La situación haría llorar al más plantado. Luego de años de fomentar la enseñanza científica, como lo manda la constitución; luego de décadas de llevar a cabo múltiples actividades de divulgación científica, de dar conferencias, escribir en todos los medios, tener programas de radio y televisión, de construir museos, y tantas otras cosas... luego de todo esto, la comunidad científica mexicana no ha logrado adquirir la más mínima credibilidad.

Al menos eso es lo que puede deducirse de la actitud del Secretario de la Defensa Nacional, general Clemente Ricardo Vega García, cuando decidió entregar los videos de unos ovnis observados por un avión de la fuerza aérea mexicana en el cielo de Campeche a Jaime Maussán, el conocido charlatán que se gana la vida como “experto” en el llamado fenómeno ovni.

El avión de marras patrullaba el cielo en busca de aviones de contrabandistas. Para ello contaba con un radar y una cámara infrarroja, capaz de detectar objetos por el calor que despiden. Los objetos voladores no identificados que descubrieron en el radar, pero que permanecían invisibles, aparecían en la cámara infrarroja como bolas luminosas. Se movían al unísono y, al parecer, comenzaron a seguir a la aeronave mexicana.

Suena intrigante, en efecto. Una persona curiosa y honesta pensaría que hay buenas razones para investigar más, y quizá tendría razón. Pero a partir de ahí, la historia se tuerce por el camino del desastre. La Secretaría de la Defensa Nacional (SEDENA) decide entregar el material a Maussán con el fin de que lo haga público: strike one. Maussán echa las campanas al vuelo (como ya lo ha hecho en tantas ocasiones, muchas de ellas comprobadas más tarde como fraudes en mayor o menor grado), y se refiere a la decisión de la SEDENA como algo histórico, único en la historia mundial: un gobierno que oficialmente reconoce la existencia del fenómeno ovni. El ridículo internacional, nada menos.

Y desde luego, cuando Maussán dice “ovni”, no se refiere a que no sabe de qué se trata: el está seguro de que son naves extraterrestres. Platillos voladores, pues. Y aprovecha el espaldarazo que ha recibido su credibilidad para asegurar que ya no es posible negar que los extraterrestres nos visitan. Los medios de comunicación, sobre todo los de Televisa, empresa donde trabaja Maussán, destacan la nota en primera plana (aunque hay que decir que la mayoría de los medios presentaron los hechos sin mostrar que creían que efectivamente se tratara de extraterrestres... quizá no todo está perdido). De este modo, el público general recibe un mensaje claro: los marcianos llegaron ya, y el ejército tiene pruebas. Strike two para la cultura científica de nuestro pueblo.

Pero ahí no acaba todo: en entrevista, el general Vega García afirma que si no le dio el video a verdaderos científicos es porque ¡no los conoce! Strike three. Existen astrónomos en la UNAM y otras instituciones, especialistas en fenómenos atmosféricos y otros que podrían haber ayudado a interpretar lo observado por los asustados pilotos caza-narcos. Al afirmar que no los conoce, el general no sólo reconoció públicamente que es un ignorante (y un irresponsable, pues ¿se imagina usted qué haría en caso de una emergencia militar de otro tipo si no tiene al menos la cultura indispensable para saber que el ejército, en caso necesario, puede recurrir a la comunidad científica nacional para obtener asesoría confiable?). Implicó también que las fuerzas armadas del país no reconocen la existencia y la calidad de los científicos mexicanos. Y de paso, les negó credibilidad.

En una encuesta reciente, el ejército quedó en segundo lugar entre las instituciones más confiables para el pueblo mexicano, sólo después de la iglesia (la católica, claro). Hoy esa institución muestra que no reconoce la capacidad de los científicos de la UNAM, y en general del país, y al mismo tiempo que sí conoce y respeta la autoridad de un charlatán como Maussán. ¿Qué efecto tendrá este golpe en la credibilidad de los científicos ante la opinión pública mexicana?

Desde luego, la cosa no quedó así. La comunidad científica de la UNAM organizó una mesa redonda a la que asistieron los medios, y en ella se aclaró la situación. Se mostró que la SEDENA debió haber recurrido a los científicos, y se propusieron explicaciones sensatas al fenómeno observado (la más probable es la de las centellas o “rayos bola”, un fenómeno relativamente poco estudiado, aunque hay quien afirma que se trataba de aviones caza estadounidenses). Y más recientemente, un grupo de astrónomos, divulgadores y científicos de todo tipo lanzaron un manifiesto para protestar por los hechos. Pero el alcance que estas medidas tengan no es comparable con el golpe publicitario que la SEDENA le ofreció en bandeja de plata a un seudocientífico apoyado por el aparato mediático más poderoso del país.

Al menos, como dice un amigo cuyos argumentos he citado libremente en este texto, la UNAM protestó, pero ¿dónde está la protesta de la Secretaría de Educación Pública? ¿La del Conacyt, la Academia Mexicana de Ciencias, el Consejo Asesor de Ciencias de la Presidencia?

Y como dice otro amigo, el ejército no se manda solo: el jefe supremo de las fuerzas armadas es el presidente de la república. ¿Cuál es su posición al respecto? ¿O será que todo, como afirman los que saben, fue sólo un golpe mediático para desviar la atención del público y los medios de los desoladores escándalos políticos que ensombrecen el panorama nacional? “Yo no me presto a eso”, afirmó indignado el general Vega cuando se le mencionó la hipótesis, pero no es fácil encontrar otra explicación.

Lo que sí es evidente es que la comunidad científica como un todo, incluyendo a investigadores, funcionarios, educadores y comunicadores de la ciencia, tendremos que redoblar esfuerzos si queremos hacer un “control de daños” ante el golpe que la Secretaría de la Defensa le ha propinado a la imagen pública de la ciencia en México. Ni modo, así es nuestro país. Ahora sólo nos queda seguir trabajando.