11 de junio de 1997

La importancia de la divulgación de la ciencia

por Martín Bonfil Olivera
(Publicado en Humanidades, periódico de la Dirección de Humanidades de la UNAM)
11 de junio de 1997


Es cada vez más generalizada la idea de que la ciencia es importante y que toda persona debe tener algunas nociones básicas de ella. Como he mencionado en otras ocasiones, la visión científica puede resultar inquietante o desagradable para algunas personas. Pero a pesar de que la ciencia tenga enemigos, o de que para la gran mayoría de nosotros pueda resultar aburrida, difícil y oscura, todo mundo comienza a estar convencido de que en la actualidad resultaría extremadamente difícil sobrevivir, y mucho menos llevar una “buena vida”, sin las ventajas derivadas del conocimiento científico y sus aplicaciones.

Querámoslo o no, la ciencia llegó para quedarse, y todos estamos en contacto, en mayor o menor grado, con sus productos y las interpretaciones que hace de la realidad que nos rodea. Pensemos sólo en las vacunas, los antibióticos, los transistores y las computadoras, los autos y aviones, los plásticos y los alimentos industrializados, la luz eléctrica, las grúas y la bomba atómica; o en la visión heliocéntrica del sistema solar, la visión darwinista de la evolución...

Desgraciadamente, mucha gente cree que la única forma en que puede estar en contacto directo con el conocimiento producto de la investigación científica es a través de la escuela y el estudio. Es decir, de la llamada “educación formal”.

La divulgación de la ciencia, área a la que me dedico y de la que encontramos diversos ejemplos cada quince días en Humanidades, constituye otra vía por la que la población de todos niveles e intereses puede conocer los conceptos e información que han cambiado la vida de nuestra especie (y de varias otras). La divulgación difiere de la enseñanza en que no pretende lograr un aprendizaje, sino que se esfuerza en presentar la visión científica del mundo a un público general. La primera meta de la divulgación es interesar a la audiencia (si no lo logra, no cuenta siquiera con una audiencia). Es posible entonces explicar los conceptos: mostrar la forma en que gracias a experimentos, inducción y una buena dosis de creatividad, discusiones y sudor, los investigadores científicos logran presentar modelos coherentes, armoniosos y funcionales de la realidad.

Resulta ambicioso pretender utilizar la divulgación para enseñar. Sin embargo hay numerosos divulgadores que, bajo el nombre de “enseñanza no formal”, buscan nuevas y mejores maneras de utilizar la divulgación de la ciencia como un complemento que llene algunas de las lagunas de la enseñanza escolarizada. Todo es válido, siempre y cuando se haga bien.

Pero, ¿qué importancia tiene comunicar la ciencia al público? ¿Se necesita realmente? ¿O se trata sólo de un entretenimiento, una curiosidad o un mero complemento de la cultura general? En realidad, cualquiera de estas respuestas podría ser adecuada, pero existen también argumentos que apoyan en forma mucho más sólida la necesidad de divulgar la ciencia amplia y vigorosamente.

Uno de ellos es la innegable necesidad que tiene toda sociedad de contar con investigadores que hagan ciencia, que busquen respuestas a nuevos y viejos enigmas. Cada día surgen problemas para los que hay que buscar soluciones, pero también cada día contamos con nuevos desarrollos e inventos científicos y tecnológicos que aparecen como consecuencia de investigaciones “básicas”, que “nunca iban a tener ninguna aplicación”. Y la única manera de contar con científicos es motivar a los jóvenes hacia el estudio de carreras de esta área.

Un segundo argumento para apoyar la necesidad de comunicar la ciencia al público es que todo miembro de una sociedad democrática requiere conocer al menos los conceptos científicos básicos antes de poder formarse una opinión informada y responsable sobre los temas en los que la ciencia está involucrada: el uso de la energía nuclear, la contaminación ambiental, el calentamiento global, la salud reproductiva, las nuevas epidemias y las nuevas tecnologías... no se puede actuar ni opinar siquiera sobre ninguno de estos temas si no se entienden al menos los fundamentos básicos que permiten interpretarlos.

Hay también un argumento cultural: la ciencia puede ser divertida, interesante y apasionante. Pero también es una de las más altas creaciones del intelecto humano, una que además de maravillarnos puede hacernos comprender cómo funcionan partes de la naturaleza. De otro modo, sólo podemos contemplarlas o admirarnos de su belleza, pero no entenderlas ni hacerlas nuestras. (Al pensar en esto recuerdo siempre cómo he envidiado a los músicos profesionales, que pueden disfrutar y entender la música de una manera que siempre nos estará vedada a los simples escuchas). Y, como beneficio adicional, este conocimiento podemos utilizarlo para mejorar nuestra vida. A riesgo de parecer chauvinista, ¿qué otra disciplina nos puede ofrecer tanto?

Todo lo anterior ha hecho que poco a poco surjan en todo el mundo personas y grupos dedicados a “popularizar”, “vulgarizar” o “divulgar” la ciencia. En nuestro país existe la Sociedad Mexicana para la Divulgación de la Ciencia y la Técnica (somedicyt), que recientemente cumplió diez años. Entre otras cosas, la sociedad organiza desde hace seis años un congreso anual en el que los divulgadores nos reunimos a compartir información y a juntar ánimos y esfuerzos.

En la unam, por otro lado, existe el Centro Universitario de Comunicación de la Ciencia (cucc), única institución en el país dedicada por completo al desarrollo de esta actividad y a investigar las maneras de realizarla cada vez mejor. De ello hablaremos próximamente.

1 comentario:

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