1 de diciembre de 1997

Riña entre las culturas: Un ataque a la divulgación de la ciencia

por Martín Bonfil Olivera
(Publicado en Humanidades,
periódico de la Dirección de Humanidades de la UNAM,
en diciembre de 1997)


Es triste que mi última colaboración de este año tenga que tratar un tema desagradable. Hace casi un año, cuando comencé a colaborar con Humanidades, elegí el nombre “Las dos culturas” para señalar que trataría de abordar temas relacionados con las áreas gemelas de la “cultura” y la ciencia. La idea era tratar de mostrar que la ciencia es parte de la cultura.

Recientemente, sin embargo, un suceso desafortunado nos ha mostrado no sólo que los “intelectuales” del mundillo de la cultura nacional siguen ejerciendo una influencia excesiva en los medios de comunicación, sino también un desprecio profundo por los temas científicos. Una disputa entre dos escritores por cuestiones no sé si históricas, políticas o personales ha desembocado en la desaparición de una de las secciones pioneras de divulgación de la ciencia en uno de los diarios de mayor circulación en el país: La Jornada.

Por ello sumo mi voz a la de otros divulgadores de la ciencia, como René Anaya en Crónica y Fedro Carlos Guillén en El Financiero, que ya se han pronunciado en contra de este tipo de arbitrariedades.

El asunto, en resumidas cuentas y hasta donde yo me he podido enterar, es como sigue: Luis González de Alba, ex-líder del movimiento estudiantil del 68 y desde hace muchos años excelente divulgador de la ciencia con su columna “La ciencia en la calle”, que aparecía puntualmente todos los lunes en la sección científica de La Jornada, criticó el uso que hizo la famosa periodista Elena Poniatowska, en su libro La noche de Tlatelolco, de fragmentos del libro que él había escrito sobre el movimiento, Los días y los años.

Pero González de Alba no acusó a Poniatowska de plagio ni nada parecido: simplemente se quejaba de que hubiera cambiado sus palabras y algunos datos. Y bueno, también criticaba a la escritora y hasta se burlaba de su estilo, lamentándose de “haber sido traducido al poniatowsko”.

La respuesta al escrito de González de Alba, que también había sido publicado en forma ampliada en la revista Nexos, fue lamentable: en vez de responder y contraargumentar en las páginas de dichas publicaciones, estableciendo quizá un debate que hubiera podido aclarar los malentendidos y errores, Poniatowska decidió renunciar al consejo editorial de Nexos, del que formaba parte. Y la semana siguiente, los lectores de La Jornada buscamos inútilmente no sólo “La ciencia en la calle”, sino la sección científica completa.

Sin dar la menor explicación a los lectores, los dirigentes del periódico decidieron eliminar esta sección, en la que escribían semanalmente desde hace años González de Alba, Javier Flores (quien la coordinaba) y Ruy Pérez Tamayo, además de colaboradores frecuentes como Ricardo Tapia, René Drucker, Antonio Peña, Julieta Fierro y muchos otros buenos divulgadores de la ciencia. Ante eso, lo menos que puede pensarse es en presiones sobre La Jornada que llevaron a esta triste decisión. ¡Qué decepción! Parece que la Poniatowska se asemeja más de lo que creíamos a la “Palmira Jackson” que el escritor Enrique Serna presenta en su novela El miedo a los animales

Las críticas de González de Alba, por otro lado, tenían cierta razón a pesar de haber sido hechas con más de 25 años de retraso. Definitivamente, cualquier autor tiene derecho a ser citado sin que se alteren sus textos. Y, como el mismo González de Alba explica en otro texto aparecido en Nexos (junto a la renuncia definitiva de Poniatowska al consejo de redacción), algunas de las alteraciones aparecidas en La noche de Tlatelolco lo descalificaban como testigo presencial de la matanza allí cometida, pues lo situaban en un piso desde el que no podría haber observado lo que allí sucedió. Es por esto, entre otras cosas, que el autor se tomó tan en serio lo de exigir las correcciones que ocasionaron todo este embrollo.

Estoy de acuerdo en lo que ya se ha señalado en otras partes: que González de Alba se caracteriza no sólo por publicar con mucha frecuencia artículos sobre temas que nada tienen que ver con la ciencia (por ejemplo política, historia o críticas al subcomandante Marcos). Y muchas veces hizo comentarios mordaces en las que parecía buscar la enemistad de otros intelectuales (por ejemplo, Carlos Monsiváis). Pero nada de esto justifica que su columna, y mucho menos toda la sección de ciencia, haya sido eliminada arbitrariamente.

En fin, el resultado final es el siguiente: la sección periodística de divulgación científica más antigua del país (creo) desapareció por un acto que es justo calificar como censura; González de Alba y su “Ciencia en la calle”, junto con Javier Flores y Ruy Pérez Tamayo (probablemente en un acto de solidaridad) aparecen los lunes en El Financiero, y en el directorio de La Jornada aparece ahora el nombre de René Drucker Colín como responsable de una sección de ciencia que yo todavía no he podido hallar, aunque la he buscado todos los días de la semana en que escribo esto.

Pero aún sin leerla puedo temer que el nuevo coordinador, a menos que haga un sacrificio de tiempo difícil para cualquier investigador activo (recordemos que el controvertido sni no toma en cuenta las actividades de divulgación al evaluar a los investigadores), no disponga del tiempo suficiente para conducir la sección de ciencia con la dedicación y cuidado que se requieren en la buena divulgación de la ciencia. Aunque puedo estar equivocado, por supuesto. En lo que estoy seguro de no equivocarme es en recomendarle al doctor Drucker que tenga mucho cuidado en su nueva chamba, porque estará trabajando para jefes que pueden despedirlo sin el menor miramiento si, por desgracia, se da el caso de que alguna de las “glorias” de la intelectualidad mexicana se ofenda por lo que publique.