19 de febrero de 1997

Libros de divulgación de la ciencia

Martín Bonfil Olivera
(Publicado en Humanidades, periódico de la Dirección de
Humanidades de la UNAM)
19 de febrero de 1997

Dentro de los muchos medios que hay para llevar la ciencia al público la publicación de libros ha sido uno de los más tradicionalmente utilizados. En lo personal, es mi medio favorito. Recuerdo que yo me enamoré de la ciencia (especialmente de la biología celular y la bioquímica) leyendo, entre otros, la excelente colección científica de Time-Life.

Desgraciadamente, los libros son un medio que no alcanza a llegar a un gran número de personas. Sabemos que la cantidad de lectores (y de librerías) en nuestro país es tan baja como para desilusionar al más entusiasta, y esto es aún peor en el caso de los libros que hablan de temas científicos. Una amiga mía, divulgadora de la ciencia, se sorprendió mucho el día que descubrió El origen de las especies, de Darwin, dentro de una colección de “grandes obras de la literatura”. Tenía razón, pues normalmente los temas científicos no se consideran parte de la literatura. Y si no hay lectores de literatura, ¡menos los hay estos temas!

Pero incluso con la pequeñísima cantidad de lectores que existen para los libros de divulgación científica, existen editoriales que insisten en publicarlos. En este momento, en México hay tres colecciones de libros sobre ciencia que quiero comentar, publicadas por otras tantas editoriales mexicanas: en primer lugar (por cantidad de libros publicados) está “La ciencia desde México”, del Fondo de Cultura Económica en coedición con el Conacyt y la SEP, que lleva ya más de 150 títulos. La casi totalidad de los libros de esta colección están escritos por investigadores científicos (un resabio de la antigua idea, que hoy afortunadamente ya está siendo superada, de que los únicos que pueden hablar autorizadamente sobre ciencia son los que la hacen). Los temas son de lo más variado, abarcan la totalidad de las ciencias naturales y algunas de las llamadas ciencias sociales, y la mayor parte de los libros son amenos, interesantes e informativos (pero hay excepciones, aunque contadas). Esta colección recientemente ha cambiado su nombre por el de “La ciencia para todos”, y comenzará a ser distribuida en Latinoamérica y España, así como a aceptar obras de autores provenientes de estos lugares. Conviene, entonces, estar atentos.

La colección “Viajeros del conocimiento”, editada por Pangea Editores (quienes afirman ser posiblemente la única editorial en Latinoamérica dedicada exclusivamente a la divulgación de la ciencia, un empeño quijotesco) cuenta hasta ahora con cincuenta títulos, que contienen relatos biográficos y algunos fragmentos originales de la obra de los principales científicos de todos los tiempos. La gran mayoría están escritos con gran amenidad, y además están editados con cuidado y buen gusto. Una parte de sus títulos han sido coeditados con el CNCA (mejor conocido por las siglas incorrectas pero cómodas y descriptivas de “Conaculta”).

Finalmente, ADN Editores ha estado publicando la serie “Viaje al centro de la ciencia”, que actualmente cuenta con menos de diez títulos, pero seguirá creciendo. Se dedica fundamentalmente a tratar temas científicos de actualidad en forma amena, y cubre cada tema desde diversos aspectos y en forma bastante completa. Se trata también de una coedición con el CNCA (quien parece estar “comiéndole el mandado” a Conacyt, que ha descuidado notoriamente sus responsabilidades en cuanto al apoyo a la divulgación de la ciencia, sobre todo en el ramo editorial).

Existen también varias colecciones traídas por editoriales extranjeras, algunas de las cuales contienen muchos de los clásicos del género. Entre ellas están la “Biblioteca Científica Salvat”, publicada hace varios años y de la que todavía pueden conseguirse varios títulos en librerías escogidas. Y la revista Muy Interesante ha publicado dos diferentes colecciones de libros, la última hace unos dos años. Prácticamente todos los títulos valen la pena (ojo: ¡no confundir con otra colección de libros que también lleva el logotipo de Muy y que se dedica a temas esotéricos!).

Resulta así que, a pesar del poco mercado, la oferta de títulos interesantes y de buena calidad es relativamente amplia. Espero que esta brevísima e injusta reseña (pues el espacio no me permite recorrer más que una pequeña parte de lo que hay en el mercado) permita que ustedes, los lectores, se interesen en “la otra cultura”, la científica, y se conviertan también en lectores de alguno de estos libros.

5 de febrero de 1997

Réquiem por un comunicador de la ciencia

por Martín Bonfil Olivera
(Publicado en Humanidades, periódico de la Dirección de Humanidades de la UNAM)
5 de febrero de 1997

Carl Sagan posee el toque del rey Midas:
todos los temas que aborda se convierten en oro.

Isaac Asimov

La importancia de poner el conocimiento científico al alcance de todo el público tradicionalmente es ignorada por las autoridades (de esto tenemos una prueba en la actual política del Conacyt en relación con la divulgación de la ciencia). Aparte de las materias científicas que se cursan en la escuela, hay pocas instancias a través de las que una persona interesada pero no experta pueda ponerse en contacto con los avances científicos recientes, y ni siquiera con los no tan recientes (y aunque esta situación parece estar cambiando ¾la ciencia está de moda¾ no me atrevo a ser optimista, pues no poco del material que puede encontrarse se limita a proporcionar información vistosa, pero superficial).

Sin embargo, desde los inicios de la actividad científica ha habido personas convencidas de que vale la pena compartir el interés y hasta el placer que el conocimiento científico puede aportar a nuestras vidas. Luchando en ocasiones contra la falta de medios, de cooperación, de dinero, de foros para compartir sus ideas o, al menos, contra los arraigados prejuicios acerca de los peligros de la ciencia o de lo aburrido y difícil que resulta comprenderla, sólo unos pocos de estos comunicadores han logrado tener un público verdaderamente masivo. Esto los hace doblemente valiosos, y la desaparición de cualquiera de ellos resulta muy lamentable.

Todo esto viene a cuento porque, como ya es conocido, el viernes 20 de diciembre de 1996 murió Carl Sagan, el viajero del cosmos, como lo llamó uno de los periodistas que reseñó su muerte. Con él perdemos a quien, junto con Isaac Asimov (muerto en abril de 1992) fuera quizá uno de los dos comunicadores de la ciencia más populares de este siglo. Es por ello que quiero dedicar este espacio a una breve reseña de su obra.

Los integrantes de mi generación conocimos a Sagan principalmente a través de su famosísima serie de televisión Cosmos, que en México se transmitió alrededor de 1978. Ahí, con el subtítulo “un viaje personal” y acompañado de la música de Vangelis, el astrónomo, ataviado con saco de gamuza y zapatos de suela de goma, nos llevó a través de un recorrido por la historia del universo, de la vida y de la cultura, mostrándonos las maravillas que la investigación científica ha ido descubriendo.

Sin embargo, a pesar de ser su obra más conocida, la popularidad de Sagan no se basó exclusivamente en Cosmos. Tenía una sólida reputación como astrónomo: desde pequeño soñaba con la conquista de Marte, y participó en investigaciones sobre los planetas del sistema solar por medio de las misiones no tripuladas de los programas Mariner, Viking y Voyager. Lo entusiasmaba la posibilidad de encontrar vida en otros planetas y fue uno de los principales promotores del proyecto SETI (Search for Extraterrestrial Intelligence, búsqueda de inteligencia extraterrestre), que durante años ha escudriñado los cielos con la esperanza de detectar señales de radio que indiquen que no estamos solos en el universo.

También como divulgador de la ciencia Sagan tenía ya un largo trecho recorrido antes de Cosmos: había publicado libros como La conexión cósmica (1973) y El cerebro de Broca (1974), donde recuperaba ensayos breves publicados en otros medios sobre temas como la relación entre el cerebro y la conciencia, el espacio, la tecnología, la educación, las pseudociencias y la importancia de la ciencia para la sociedad. Y en 1978 recibió el premio Pulitzer por su libro Los dragones del edén (1977), dedicado por completo a temas relacionados con la evolución, el cerebro, la mente y la conciencia. Posteriormente continuó publicando otros libros (incluso una excelente novela de ciencia ficción, Contacto, en 1985), y tenemos la fortuna de que prácticamente todos ellos pueden conseguirse fácilmente, traducidos al español.

A pesar de que su prematura muerte, a los 62 años, nos privará de contar con futuras obras, podemos seguir disfrutando de las que nos dejó, y en particular espero con ansia la traducción de su último libro, The Demon-Haunted World, donde defiende a la ciencia contra los embates de la irracionalidad, la superstición y las pseudociencias.

Su mayor logro, sin embargo, sí está relacionado con Cosmos: es el de haber llevado con un éxito total la ciencia a la televisión, y por tanto a los hogares de millones de personas en todo el mundo.