19 de septiembre de 2001

¿Adiós a la ciencia en Radio UNAM?

Por Martín Bonfil Olivera
(Publicado en Humanidades,
periódico de la Coordinación de Humanidades de la UNAM,
el 19 de septiembre de 2001)

Una de las premisas centrales de la divulgación científica que se hace en nuestro país –y el pretexto de esta columna– es que la ciencia es cultura. Por eso, cuando la ciencia logra conquistar espacio en algún medio cultural, superando división artificial entre ciencias y humanidades (las “dos culturas” de C. P. Snow), hay que festejar el acontecimiento. Nuestro periódico Humanidades es uno de estos espacios. Otro lo ha sido, hasta ahora, la radiodifusora universitaria, nuestra querida Radio UNAM.

Durante un largo tiempo, la programación de la emisora ha incluido programas dedicados a la difusión de la cultura científica. Como se trata de una estación esencialmente cultural –no comercial, hay que recordarlo– esta labor se inserta perfectamente en sus labores de difusión cultural. Al igual que las otras dos funciones sustantivas de la universidad -la enseñanza y la investigación- la difusión es una labor importantísima para la sociedad, y justifica plenamente la inversión que ésta hace para mantenerla funcionando.

Hasta hace unas semanas, Radio UNAM contaba con una barra diaria de programas de ciencia que, con distintas trayectorias, cubrieron en forma muy exitosa las necesidades de un público bien definido. Esto se debe, en gran parte, a que los programas eran producidos y conducidos por divulgadores profesionales de la ciencia que contaban con la preparación y la experiencia necesaria, algo que no es tan común encontrar en los medios masivos de comunicación.

Entre estos programas destacaron los siguientes: En la ciencia, un espacio breve que se había transmitido ininterrumpidamente desde 1982, y A la luz de la ciencia, con duración de una hora, ambos producidos por la Dirección General de Divulgación de la Ciencia (DGDC) de la UNAM y conducidos por Rolando Ísita y su equipo de colaboradores; Por pura curiosidad, a cargo de Juan Manuel Valero, producido por la Coordinación de la Investigación Científica, la Facultad de Química y la DGDC; y finalmente La respuesta está en la ciencia, de la Sociedad Mexicana para la Divulgación de la Ciencia y la Técnica (SOMEDICYT).

Estos programas se transmitían en la barra de 2 a 3 de la tarde en días hábiles, y todos contaron con un público que supo responder con interés y fidelidad al trabajo profesional realizado por sus responsables.

Desgraciadamente, como parte de una reorganización de la programación total de la estación, la barra de ciencia fue sustituida un nuevo programa de tipo noticioso, conducido por Ricardo Rocha.

Es claro el beneficio que un comunicador tan famoso le puede aportar a una estación, que, quizá, no tiene ya la cantidad de radioescuchas que solía tener. Lo que no entiendo es qué puede ganar Rocha: supongo (espero) que no dinero, tomando en cuenta la grave crisis económica que enfrenta la UNAM. El director de la estación, Fernando Escalante, declaró al periódico Reforma (Cultura, 30 de agosto del 2001) que la entrada de Rocha “no impactará en el presupuesto”, pues “es una coproducción y por ello compartimos gastos y utilidades”.

Lo malo es que, para hacer lugar al nuevo programa, se haya decidido prescindir de la barra de ciencia. Desde luego, hubo una reacción inmediata del personal involucrado, ante lo cual la directiva de la estación invitó, según Reforma, a “elaborar un nuevo proyecto radiofónico a la brevedad, para que podamos continuar con la divulgación de la ciencia”.

Esto no debería ser necesario: los proyectos de los programas mencionados han probado ser buenos. Al parecer se trataba de un prejuicio –en el sentido de juicio previo, antes de ver la evidencia– de los directivos de Radio UNAM. En la nota de Reforma, Fernando Escalante dijo: “La estructura de Radio UNAM no ha cambiado en los últimos 20 años. Lo que pretendemos ahora es hacerla más atractiva. Que los conductores no se dediquen a platicar durante dos horas con sus invitados, sino que exploren todas las opciones de producción que da la radio”.

Uno podría preguntarse, ¿por qué una estación exitosa, dentro de su ramo, que es el cultural, tendría que cambiar? Como dicen los gringos, “si no está descompuesto, no lo arregles”. El programa indiscutiblemente más exitoso de la radio en la capital, el de Gutiérrez Vivó en Radio Red, al igual que muchos de formato similar, consisten, esencialmente, en un señor sentado frente a un micrófono, dando sus opiniones y entrevistando gente. Esa fórmula funciona y gusta al público, si está bien hecha (es decir, si conductores, temas e invitados son buenos e interesantes: pienso en Miguel Ángel Granados Chapa y su Plaza Pública, uno de los grandes éxitos de Radio UNAM, o el maravilloso programa de Jaime Litvak). Recordemos también el inmenso éxito de los programas de Ikram Antaki, a pesar de que más bien parecían conferencias.

Lo más irónico es que el nuevo programa de Rocha, anunciado con bombo y platillo en los medios de comunicación, consiste en... un señor sentado frente a un micrófono entrevistando a invitados. Y recibiendo reportes de enviados especiales, reporteros, etcétera... En fin, al parecer, se planea invitar a los participantes en los programas de la barra de ciencia a colaborar con el programa de Rocha.

En una carta publicada en el semanario Proceso (19 de agosto de 2001), un grupo de personas, supongo que trabajadores de Radio UNAM, afirman que la estación “fue pionera en los programas de opinión que hoy están de moda en la radio comercial”, lo cual es muy cierto. También protestan porque afirmar que “Radio UNAM se encuentra estancada desde los años setenta (...) es falso y una falta de respeto para muchos universitarios que han dedicado a la emisora su mejor esfuerzo”. Estoy totalmente de acuerdo: en particular, las instituciones y personas que han producido los programas de la barra de ciencia a lo largo de todos estos años (he tenido el honor se ser invitado a todos ellos alguna vez) han hecho una labor que no puede descartarse de un plumazo.

Espero que la oferta de conservar estos espacios, aun cuando sea en otro horario, se cumplan sin escudarse en una supuesta necesidad de “renovar los proyectos”. De otro modo, los radioescuchas perderíamos una de las mejores oportunidades que teníamos de conocer el panorama dela ciencia. Y eso sería una tragedia.