5 de marzo de 1997

¿Computadoras vs. libros?

Martín Bonfil Olivera
(Publicado en Humanidades, periódico de la Dirección de
Humanidades de la UNAM)
5 de marzo de 1997

Dice Umberto Eco que, así como la televisión no hizo desaparecer al cine (aunque, añado yo, el videocassette está cerca de lograrlo) y la experiencia de ver la TV no tiene nada que ver con disfrutar de una película, no debemos temer que las computadoras hagan obsoletos a los libros; al contrario: “la computación crea nuevos modos de producción y difusión de documentos impresos”.

Isaac Asimov, por su parte, escribió hace años un divertido cuento en el que satirizaba el avance de la tecnología e imaginaba cómo, en un futuro en el que los libros hubieran sido totalmente sustituidos por microfilmes, habría que volver a inventarlos, tal es su facilidad de manejo y, sobre todo, de lectura. Exactamente lo mismo es aplicable a las “publicaciones digitales”.

La idea es obvia para algunos, pero puedo asegurar que hay muchos otros que realmente creen, a fuerza de oírlo cientos de veces, el cuento de que “la computadora va a acabar con los libros”. Nada podría estar más lejos de la realidad.

Dejemos de lado a los editores novatos o fáciles de deslumbrar, que insisten en que “hay que entrarle a eso de la computación” y comienzan a re-publicar exactamente los mismos libros que han venido vendiendo hasta hoy, sólo que en forma de diskette, cd-rom o cualquier otro medio digital. Esto me parece inútil. Por otro lado, son claras las ventajas de la presentación computarizada para ciertos tipos de publicaciones como enciclopedias, diccionarios, atlas y otras obras educativas y de referencia, pues permite enriquecerlas con animaciones, imágenes múltiples, glosarios al instante y demás gracias. (Y eso, en algunos casos, no para todo. Me niego, por ejemplo, a la incomodidad de recurrir a la computadora cada vez que quiera consultar el diccionario ¾y de no poder hacerlo si se fue la luz.)

La realidad es que, lejos de ser una amenaza, la tecnología computacional se ha convertido en una de las mayores aliadas de la industria editorial. Prácticamente todos los pasos del proceso de edición se han hecho más rápidos, sencillos y baratos gracias a la computadora, desde la escritura, captura, corrección y traducción hasta el diseño y formación. Y aun así, siempre hay que regresar a la hoja impresa. “Yo no creo que alguien sea capaz de escribir un texto de cientos de páginas y corregirlo sin imprimirlo al menos una vez”, dice Eco. La prestigiosa revista Scientific American publicó en 1995 datos que comprueban que, cualquiera que sean los medios digitales que se utilicen para almacenar la información, el papel los supera a todos por su duración. Cuando leí esto, mi conclusión fue que debo guardar una versión impresa en papel de cualquier escrito que valga la pena, independientemente de que lo guarde en diskette.

Actualmente la tecnología digital elimina la necesidad de negativos para impresión, y Xerox ha lanzado un sistema que sustituye a la imprenta misma (!) y permite imprimir directamente los libros mediante una tecnología similar a la impresora láser. Yo apostaría mi quincena a que en pocos años habrá tecnologías todavía mejores que competirán con la calidad de los sistemas tradicionales (i.e. offset).

Desde otra perspectiva, mencionaré dos botones de muestra que refuerzan lo que digo: la Casa Universitaria del Libro, una de las dependencias más entrañables de nuestra universidad, ofrece regularmente cursos en los que se capacita a editores y diseñadores para aprovechar los beneficios de las nuevas tecnologías de edición. Y en la Feria del Libro del Palacio de Minería, aunque hay cada año pabellones dedicados a “publicaciones electrónicas”, el número de libros “tradicionales”, lejos de disminuir, sigue aumentando (de hecho el venerable palacio resulta ya insuficiente y casi hasta peligroso, por la cantidad de libros y visitantes que se reciben cada año).

Eco imagina que la combinación computadoras-internet podría hacer que la gente ande por la calle cargando fajos de hojas sueltas en vez de libros, y en último término dice “si el trabajo en la red tiene éxito en reducir la cantidad de libros publicados, será todo un grandioso mejoramiento cultural”. No creo que suceda así. Por el contrario, las tecnologías digitales ayudan a vender libros de papel: actualmente a través de internet puede uno acceder a los catálogos de grandes librerías en todo el mundo y efectuar compras sin tener que dar un paso fuera de la oficina.

En resumen, yo diría que hay que dar las gracias por la invención de las computadoras. Con su ayuda, el libro tiene asegurado un largo futuro y una mayor difusión. Después de todo, ¿quién cambiaría un libro por la pantalla de una computadora para leer en la cama? Yo no.