25 de febrero de 1998

¿Vincular a la UNAM?

por Martín Bonfil Olivera
(Publicado en Humanidades,
periódico de la Dirección de Humanidades de la UNAM,
el 25 de febrero de 1998)

No sé si usted lo haya notado, pero “vinculación” es la palabra de moda este cuatrienio en la unam. Existe (creo -las precisiones burocráticas me dan muuucha flojera) una dirección general de vinculación, y casi todas las dependencias de nuestra querida universidad cuentan con su propia pequeña -o grande- oficina de vinculación.

Bueno, y ¿qué es eso de “vinculación”? Aparte de las desagradables -o ingeniosas, según se vea- derivaciones que puede tener la palabreja (y a ti, ¿ya te vincularon?), parece querer decir algo así como “fortalecer las relaciones con la sociedad”.

O sea que vincular a la universidad con el resto de la sociedad significa hacer que las actividades universitarias redunden en un beneficio más inmediato para toda la población. Pero no entiendo bien. Si pienso en uno de los sectores más amplios de la comunidad, el de los profesores, no veo cómo podrían beneficiar más a la población, excepto siendo cada vez mejores en su labor.

Respecto a los artistas, no sé muy bien cómo podría aplicárseles lo de “vinculación”. Tal vez fortaleciendo la difusión cultural. Como dijo una vez Juan Acha, la sala Nezahalcóyotl tiene una capacidad de (digamos) 2 mil personas, frente a una población de 20 millones en el df. Por ahí del 0.01 por ciento. Hace falta más difusión. Pero la que hay, siempre ha estado al servicio de la sociedad.

En lo que se refiere a los investigadores científicos, las cosas parecen estar más claras. Lo que se quiere es que no sigan encerrados en sus proverbiales torres de marfil. En palabras del rector Barnés, no deben buscar sólo el reconocimiento de sus colegas y la producción de conocimiento; “es necesario también que dicho conocimiento tenga un impacto en la transformación de la sociedad que [los] apoya económicamente” (Gaceta unam, 9 de febrero, p. 5).

Nuestro rector expresó también que “existen tres formas para retribuir al país su inversión en la ciencia: contribuir a la solución de los grandes problemas nacionales; formar cuadros de profesionistas de alta calidad que continúen las investigaciones o bien se incorporen al sector productivo de la sociedad, y poner a disposición de la sociedad el conocimiento científico de forma clara”.

De entrada, nadie podría estar en contra de intenciones tan sensatas. Pero rasquemos un poco para ver qué hay detrás de esta visión. Antes que nada, ¿qué es eso de que, para retribuir al país su inversión, los investigadores deben formar profesionistas que investiguen o se incorporen al sector productivo? ¡Suena como si la investigación fuera una labor improductiva, una especie de parasitismo!

La idea de que la investigación científica debe servir para “resolver los grandes problemas nacionales”, por su lado, ha sido rebatida una y otra vez, en particular por Ruy Pérez Tamayo, quien caracterizó tres visiones de la ciencia. Dos de ellas son erróneas y nocivas: la visión utilitarista y la visión mesiánica de la ciencia, que la consideran, respectivamente, como una productora de satisfactores materiales y económicos o como la fuente de las soluciones a todos los grandes problemas nacionales, sociales, económicos, de salud y hasta políticos y espirituales. La ciencia, nos explica desde hace años Pérez Tamayo, no sirve para producir cosas (esa es la tecnología, con la que no hay que confundirla) ni resuelve ningún tipo de problemas, a no ser problemas científicos. El único producto de la ciencia es el conocimiento. Pedirle cualquier otra cosa es ignorar lo que es y la forma en que funciona.

Todo investigador científico sabe que la verdadera investigación científica no puede ser dirigida. Claro, habrá quien me diga que hay investigadores que buscan objetivos concretos, como hallar la cura para el cáncer o el sida, o lograr la fusión nuclear controlada. Y es cierto, pero esas son líneas muy generales a seguir: quien se encierre en su laboratorio para “hallar la vacuna contra el sida” seguramente se encontrará con muchos otros hallazgos muy interesantes que lo desviarán poco o mucho de su objetivo, pero muy difícilmente encontrará exactamente lo que estaba buscando. Porque está buscando lo equivocado: la ciencia sirve para encontrar conocimiento, no vacunas. Aunque, desde luego, con el conocimiento acumulado después de mucha investigación hecha por muchos científicos, tal vez sepamos qué se requiere para lograr la vacuna apetecida.

En pocas palabras, y como lo dijo Pasteur, “no existe ciencia aplicada: existen aplicaciones de la ciencia”.

La forma correcta de ver a la ciencia, según Pérez Tamayo, es una visión cultural, en la que se la concibe como una fuerza capaz de enriquecer nuestra visión del mundo y transformar la forma en como nos relacionamos con él. Algo así como el arte, sólo que aplicable, a veces con resultados tan útiles como los antibióticos, las computadoras o los plásticos.

La tercera posibilidad mencionada por Barnés para “retribuir al país su inversión”, la de “poner a disposición de la sociedad el conocimiento científico en forma clara” (lo que en mi rancho se llama divulgación de la ciencia), está acorde con la visión cultural de la ciencia. Ello muestra que nuestro rector no ignora el papel de la ciencia como parte de la cultura, y seguramente está dispuesto a defender la importancia de la investigación científica “básica”.

Pero no olvidemos que la universidad no está aislada: no puede sustraerse a las tendencias económicas favorecidas por el gobierno. El resurgimiento de la visión utilitarista que está implícita en la pretensión de “vincular” a la ciencia con la sociedad para dar beneficios inmediatos, y de preferencia económicos, es sólo una manifestación del despiadado neoliberalismo que venimos padeciendo en el país desde hace más de un sexenio. Sólo que a la unam llega con algunos años de retraso.

A reserva de seguir comentando el tema en una próxima entrega, terminaré con esta opinión: la ciencia y las demás actividades de la universidad no necesitan “vincularse” más con la sociedad, pues ya lo están, y en formas mucho más profundas e importantes que la producción de bienes o dinero.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

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Anónimo dijo...

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Anónimo dijo...

No estoy totalmente de acuerdo con la última reflexión que haces, sobre que la universidad no necesita “vincularse” más con la sociedad, pues ya lo están. Si bien los i investigadores hacen ciencia, considero que esta debe enfocarse a resolver problemas sociales, no por enfocarse a encontrar una "vacuna" se este desviando de hacer ciencia. No se si aplica en todo el mundo pero en Mexico, aquellas personas que se dedican a la investigación, en general, pasan la mayor parte de su vida en la Universidad y su contacto con las empresas y sociedad es casi nula. Ahora, esto tiene un trasfondo también en el sistema de incentivos que tiene el SNI, donde estimula la producción de artículos y no los de desarrollos tecnológicos o patentes.
Creo que la "vinculación" que se pretende lograr no es la prostitución de la ciencia, si no todo lo contrario, estimular los sujetos para que juntos creen sinergías.