3 de febrero de 1999

Los tres mundos del doctor Popper

por Martín Bonfil Olivera
(Publicado en Humanidades,
periódico de la Dirección de Humanidades de la UNAM,
3 de febrero de 1999)

Desde hace unos años, la tradicional riña entre científicos y humanistas se ha recrudecido. Los físicos, biólogos, químicos, astrónomos y demás representantes de las ciencias “duras”, “naturales” o, simplemente, “ciencias” han sostenido durante décadas (y hasta siglos) una larga discusión con sus contrapartes en las llamadas “ciencias sociales” o, simplemente, “humanidades”.

Dejemos de lado el problema de quiénes son ciencias y quienes no. Más o menos todo mundo está de acuerdo en que las ciencias que estudian el mundo físico y biológico se han apoderado del término ciencia -que antiguamente significaba “conocimiento”. Al hacerlo, han excluido a cualquier otra disciplina que pretenda usarlo... un poco a la manera de los Estados Unidos con el término “americano”. De cualquier modo, está claro que las disciplinas que estudian todo aquello en donde interviene el hombre, de la psicología a la antropología, pasando por la sociología, la historia y quizá hasta la filosofía, son claramente diferentes de las ciencias naturales.

Muchos científicos naturales, debido a su sobreespecialización y a una cierta soberbia, tienden a considerar a las ciencias sociales y demás disciplinas “humanísticas” como una especie de intentos fallidos de hacer ciencia. “No son objetivas, no tienen rigor, son influidas por la ideología de los participantes”, dicen (como si un químico o un físico pudiera tener acceso directo a la realidad “objetiva” y no estuvieran influenciados por factores biológicos, psicológicos, sociales, culturales, políticos, históricos, etcétera).

Los del área humanística, por el contrario, atacan ferozmente la supuesta superioridad y objetividad de las ciencias naturales, tachándolas de “constructos” socioculturales arbitrarios, fabricados para servir a los intereses de las clases dominantes, etcétera (como si un químico o un biólogo pudieran tergiversar los datos en la forma que se les antojara con tal de obtener resultados que apoyaran sus ideas preconcebidas... aunque se dan casos, ni quién lo dude, pero eso es otra cosa: se llama fraude científico).

Esta polarización de las posturas no beneficia a nadie, y evita que cada área se enriquezca con las herramientas de la otra y que podrían serle útiles. ¿Por qué este antagonismo, si finalmente todas estas disciplinas buscan lo mismo: el conocimiento?

Sir Karl R. Popper (1902-1994), el famoso filósofo austriaco nacionalizado inglés, desarrolló un concepto que tal vez pueda ayudarnos a entender qué es lo que está pasando.

En un hermoso escrito titulado “La selección natural y el surgimiento de la mente” (incluido en el libro Epistemología Evolucionista, compilado por Sergio Martínez y León Olivé y publicado por Paidós y el Seminario de Problemas Científicos y Filosóficos de la unam), habla de la evolución del universo físico. A partir del big bang, con la formación de las partículas fundamentales y la materia, que posteriormente se agrupó para formar planetas, estrellas y galaxias, el universo -dice don Popper- ha ido constantemente evolucionando y dando origen a cosas que anteriormente no existían. Un hito especialmente importante en este proceso es el surgimiento de la vida.

Siguiendo con este proceso la evolución biológica, entre sus infinitas ramificaciones, ha llegado a producir la conciencia y el intelecto humano. Y con ellos, el arte, la poesía y la filosofía: en una palabra, la cultura. El universo, nos dice sir Karl, es creativo. (Hay que hacer aquí la aclaración de que Popper no plantea que haya un objetivo o intención implícita en la evolución del universo: simplemente, sus distintos niveles de complejidad han surgido porque las condiciones físicas así lo han permitido.)

Volviendo al tema, Popper divide al universo en tres “mundos”: el mundo uno, o mundo físico, que incluye la materia y la energía, el tiempo y el espacio (incluyéndonos nosotros mismos en tanto seres biológicos, con cuerpos físicos). El mundo dos, o mundo de la mente, se refiere a la conciencia y los procesos psicológicos. Nuestro “yo”, nuestras mentes y nuestras inteligencias habitan, pues, en este mundo. Finalmente, el mundo tres, o mundo de la cultura, incluye todos los productos del intelecto humano, que se hallan en los cerebros de la humanidad (bueno, al menos en algunos) pero también en sus bibliotecas, en la red y en los otros medios de comunicación. Aún cuando la raza humana desapareciera de la tierra, el mundo tres seguiría existiendo, al menos potencialmente, en estos escritos.

Tomando en cuenta esta visión, habría que reconocer que las ciencias naturales son, en cierto sentido, más “sencillas” que las disciplinas sociales y humanísiticas, pues estudian únicamente el mundo uno. Las disciplinas como la psicología, que estudia el mundo dos, o la sociología, antropología o historia, que estudian el mundo tres (aunque no siempre es clara la separación entre mundo dos y mundo tres), se enfrentan a un problema distinto. El intelecto humano es parte de la realidad que trata de estudiar, y esto necesariamente interfiere con el ideal de “objetividad” que toda ciencia persigue.

Así, aún cuando las ciencias naturales se enfrentan al problema de estudiar una realidad (el mundo uno) a la que no tenemos acceso directo, sino sólo a través de nuestros sentidos (pues nosotros, nuestras mentes, vivimos en el mundo dos), las disciplinas humanísticas se encuentran con que el investigador forma parte de su objeto de estudio. Esto acarrea problemas en cuanto a objetividad, imparcialidad y confiabilidad se refiere.

Tal vez el tener en cuenta esto ayude a que los científicos dejen de exigir un rigor que las condiciones no permiten, y aprendan a apreciar la riqueza de los enfoques provenientes de las disciplinas humanas, aunque no sean “objetivos” en un sentido científico-natural. Y los humanistas, a su vez, podrían dejar de pretender imitar a los científicos, buscando una objetividad que no sólo es imposible de alcanzar -aún para los científicos naturales-, sino que estorba en su labor de comprender la mente, la cultura y la sociedad humanas. Ojalá así sea.

7 comentarios:

Helena dijo...

Hola, sólo qería decirle qe celebro la forma en qe escribe, es muy clara, como la de un divulgador humilde. Realizo una tesis sobre hipertexto y su artículo de popper me resolvió cierto temor a la interpretación.
-Helena León-

Martín Bonfil Olivera dijo...

Pues muchas gracias, Helena! En mi opinión, cierta humildad (entendida no como sentirse inferior, sino como NO sentirse superior) es indispensable no sólo para cualquier divulgador, sino para todo ser humano decente.
Martín

Anónimo dijo...

Hola: muchas gracias, con este texto y la sencillez con la que está escrito me sacaste de un gran apuro!!
Claudia Montoya

Anónimo dijo...

los numeros son objetivos?
las ciencias sociales no son objetivas?



dulk

Anónimo dijo...

¿En base a que argumentas que las ciencias sociales o humanidades no pueden estudiar con los métodos de las ciencias naturales? ¿no somos acaso los humanos tambien parte de la naturaleza? ¿no es precisamente la actitud soberbia, el considerar que no se puede estudiar un humano como a una rata? ¿no somos tambien pura materia y física? ¿acaso estas afirmando que existe algo en el humano que es inabarcable e imposible de estudiar? ¿no estas, sin quererlo, hablando de que tenemos un alma y por tanto no podemos estudiarnos igual que al resto de la naturaleza?

Pancho Demás dijo...

gracias por retomar este texto Martín. Está genial.

Martín Bonfil Olivera dijo...

Respondiendo al Anónimo: No, no afirmo eso. Pero sí que estudiar al humano cono a una rata seria obtuso y estúpido. Los humanos tenemos muchas cosa que las ratas no: un yo, personalidad, cultura, lenguaje... Y la cultura y la mente no son objetos físicos. Pero tampoco "espirituales", místicos o mágicos. Simplemente, son entidades de otra categoría (Daniel Dennett lo deja claro: son entidades virtuales que son hechas posibles por la realidad física y están implementadas sobre ella, pero en un nivel superior, virtual, igual que los "fólders" y documentos del "escritorio" de tu computadora son objetos virtuales que "corren" sobre la realidad física de los circuitos de los microchips. Espero haber aclarado un poco.