15 de octubre de 1997

Contacto

por Martín Bonfil Olivera
(Publicado en Humanidades,
periódico de la Dirección de Humanidades de la UNAM,
el 15 de octubre de 1997)

“Leí que va a ser la película más aburrida del año”, dijo Raúl. Aún así, le rogué ir a verla en cuanto la estrenaron.

“Lloré en tres escenas: me sentí identificado”, dijo Enrique, que tiene mucha sensibilidad y adora la ciencia.

“La galaxia parecía hecha de chicle”, dijo Susana, astrónoma y divulgadora de la ciencia.

Ante tal diversidad de opiniones, tal vez lo más seguro sea recomendar a usted, amable lector, que vea y se forme su propia opinión sobre Contacto, la película de ciencia ficción basada en la novela del mismo nombre escrita por el nunca suficientemente llorado Carl Sagan, y con guión de él mismo y su esposa (y ahora viuda) Ann Druyan. Pero para no recomendarla así nomás, me permitiré comentar algunos de los aspectos que más me gustaron (prometo que puede usted leer este artículo sin ningún temor de que le cuente la trama).

Yo leí la novela hace algunos años, por lo que, aunque no recuerdo todos los detalles, sí noté algunos de los cambios que se hicieron al adaptarla para el cine. La novela es más rica, pero la película no desvirtuó la historia. Lo que pensé al leer el libro, y que ahora confirmo al ver la película, es que Sagan lograba transmitir en todas sus obras su gran amor por la ciencia y su asombro constante ante sus logros. Recordemos que, además de ésta (hasta donde yo sé), su única incursión en la ciencia ficción, Sagan escribió una cantidad de ensayos de divulgación de la ciencia, recopilados en varios excelentes libros (Los dragones del edén recibió el premio Pulitzer), además de realizar la maravillosa serie de tv Cosmos. Su último libro, La ciencia y sus demonios (Planeta, 1997), que ya comenté en este espacio, es una apasionada defensa de la ciencia y su método ante los ataques del oscurantismo que resurge en este fin de milenio.

La idea fundamental de Contacto no es nueva: ¿qué pasaría si tuviéramos, por fin, alguna señal inequívoca de que existen otros seres inteligentes en el universo? Y es más, ¿si supiéramos que están tratando de comunicarse con nosotros? Nada nuevo, como se ve. De hecho, hay escenas y situaciones que remiten a varios clásicos del género (la escena del viaje espacial, en particular, es un hermoso tributo a 2001: Odisea espacial, de Clarke/Kubrik, y la maravillosa secuencia inicial de la cinta es un homenaje a los famosos créditos iniciales de Cosmos).

Pero lo que es único en Contacto es la manera en que Sagan presenta el tema en una forma que, sin dejar de ser interesante (y hasta apasionante), no cae en los lugares comunes de darle al público lo que quiere ver sólo para obtener éxito comercial. Los conceptos científicos que se presentan son sólidos (aunque Susana, la astrónoma, halló algunas inconsistencias leves en la película ¾no creo que las haya en la novela).

Las implicaciones extracientíficas de la comunicación con seres extraterrestres también son encaradas en forma interesante, realista y profunda: los conflictos entre políticos y científicos, las luchas por el poder y, sobre todo, las diferencias y disputas entre la fe religiosa y el afán científico de hallar explicaciones. Hay también (claro), una historia de amor, pero Sagan supo combinarla con los temas más profundos de la trama para convertir el clásico encuentro entre la mujer dedicada a su trabajo y alejada de todo contacto sentimental (e, irónicamente, buscando el contacto con seres de otros mundos) en una oportunidad para discutir las verdaderas diferencias y las semejanzas profundas que hay entre ciencia y religión. En esto es fácil caer en lugares comunes. Sagan, sin embargo, toca el punto fundamental: en el fondo, ambas empresas son una búsqueda de sentido para el universo que habitamos.

Este último tema, en particular, tal vez merezca más espacio en una colaboración posterior. Por el momento sólo quiero recomendar a lector que, si disfruta de la buena ciencia ficción, vea esta película: es emocionante, interesante, profunda. Yo en lo personal estoy sorprendido de cuánto le ha gustado a tantos de mis conocidos provenientes de los campos más disímbolos. Algo tendrá, para gustar tanto. Y algo, definitivamente, tenía Carl Sagan, pues El mundo y sus demonios, en cierto modo su testamento, se mantiene en los primeros lugares de popularidad. Tal vez ese algo era su capacidad para transmitirnos no sólo el interés, sino también la importancia y la belleza de la ciencia.

No hay comentarios.: